Canasta de Pescados
Hace algunos años, en algún lugar del Perú, vivió Raymi. Raymi era un perro curioso, y travieso que no tenía pelo, ni uno solo; era peladito de la cabeza a la cola y era querido por todos los que le conocían.
Hace algunos años, en algún lugar del Perú, vivió Raymi. Raymi era un perro curioso, y travieso que no tenía pelo, ni uno solo; era peladito de la cabeza a la cola y era querido por todos los que le conocían.
Un día, paseando por la ciudad, se unió a dos niños que iban
corriendo y saltando, riendo y jugando por la calle, cuando ¡PLAF! Tramboyos y
jureles, bonitos y cachemas, caballitas e incluso un pulpo quedaron regados en
el suelo.
-¡NIÑOS TRAVIESOS! – Gritó el pescador molesto. Los niños se
miraron asustados y corrieron a esconderse, pero Raymi animó a los niños a salir y los tres se
pararon frente al pescador mirando al suelo.
- Lo sentimos – dijeron los niños al mismo tiempo que Raymi
ponía sus patitas sobre su nariz.
El pescador suspiró – no corran sin mirar a donde van – les
regañó mientras se agachaba para recoger su pesca. Raymi entonces se apresuró a recoger con
mucho cuidado uno de los pescados que más lejos había ido y lo puso en las
manos del pescador y enseguida los niños lo imitaron.
Muy pronto todos los pescados estuvieron de regreso en la
canasta del pescador. –¡Juan! ¡Pedro! – se escuchó el llamado de la mamá de los
niños que llegaba muy preocupada por no haber encontrado a sus hijos en el
parque. Los niños se disculparon con su mamá y le contaron sobre el accidente
con los pescados.
La señora agradeció al pescador por no ser gruñón y le
compró los que se veían más frescos y ricos. Esa tarde Raymi comió ceviche
junto a sus dos nuevos amigos.
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