1. Ceviche
de cañan
En el Perú hay costumbres muy
raras, especialmente cuando se trata de comidas, hay lugares en la selva donde
se come mono, gusanos y hormigas, en otros lados se come rana, y cosas aún más
raras.
En un pueblo del norte en
particular, es costumbre comer lagartija. Y no cualquier lagartija, Cañanes se
les llama, son grandes, muy inteligentes y corren muy rápido. Hay que ser muy
hábil para atrapar una, especialmente en la actualidad ya que están en peligro
de desaparecer.
Era la fiesta de San Pedro y San
Pablo, cuando uno de los cazadores de cañanes más famosos de la ciudad apareció
con una lagartija del tamaño de su ante brazo – ¡hoy come todo el pueblo! –
anunció feliz levantando su premio y agitándolo para que todos lo vieran. Con
lo que no contaba, era que la lagartija no era tonta y repentinamente ¡ZAZ! Le azotó
el brazo con la cola haciendo que la soltaran y cayó al suelo.
Rápida fue la lagartija en correr
con cortas patitas causando un revuelo en toda la gente reunida. Todos fueron a
buscar escobas, redes, palos y hondas para atrapar a la lagartija, pero no
contaban con lo escurridiza que era.
Corrieron por todas las calles
del pueblo, siempre dos pasos detrás. Y viendo todo esto estaba Tomás, un
jovencito que comía tamales en la plaza de armas.
-
Por aquí! – levantó la manta de uno de los
canastos de las tamaleras y no tuvo que repetirlo dos veces. Segundos después
apareció la multitud volteando la esquina buscando al animal.
-
Donde esta? – preguntaron. Pero las tamaleras
sonrieron y no dijeron ni pio.
-
Por allí – señaló Tomás una calle y la turba
corrió, pero no encontraron nada. Tomás la escondió en su ropa, le curó las
patitas y la cola, le dio agua y comida. La llamó Ramiro y fue su gran
inspiración.
Tomás estudió mucho y se
convirtió en veterinario de animales exóticos y ahora vive cuidando de Ramiro y
otros animales en su pueblo natal.
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