Pluma de Águila

Descancen un rato de la cotidianidad de la vida.

jueves, 19 de enero de 2017

Cuento 2

1.       Raymi, el cuy y el collar brillante

Hace algún tiempo, en algún lugar del Perú, vivió Raymi. Un perro sin pelo.  Pelado de la cabeza a la cola, gris como la ceniza y juguetón como él solo. Raymi  era querido por todos los que lo conocían y era un perro feliz.
Una tarde, cuando descansaba a la sombra de un gran árbol, escucho un grito angustiado de la casa vecina. Presuroso corrió buscando a la dueña de la voz.  Colla, niña de la casa, buscaba con insistencia algo, desordenando todo a su paso –¡No está! – exclamaba volviendo a buscar en la habitación.
-          ¡Oh Raymi! – corrió a abrazarlo cuando lo vio entrar a su cuarto – no encuentro el collar especial que me dio mi papá – lloró - quería usarlo para su cumpleaños. ¿Puedes ayudarme?
Raymi miró a la niña y asintió con la cabeza. Levantó la nariz y olfateó el aire recorriendo el lugar y salió corriendo siguiendo el rastro del objeto.
Recorrio las calles y las plazas de la cuidad buscando y buscando. Pasó por los parques y el mercado, y colegios pero los olores lo confundieron y no encontró nada. Triste, se sentó a pensar. Tal vez le había faltado buscar en algún lugar de la ciudad.
Estaba tan concentrado en sus pensamientos que no notó al pequeño animalito que se sentó junto a él.
-          ¿Por qué tan triste?, ¡cuy! – preguntó el cuyo curioso. Y Raymi le contó sobre el objeto perdido que no podía encontrar.  – ¡Yo sé dónde está! ¡cuy! – dijo el cuyo con entusiasmo – ¡Vi quien entró en la casa sin permiso! ¡cuy!  ¡Se fue por aquí!
-          ¡Espera! –le detuvo Raymi y lo tomo por el cuello – Hay que llamar a la policía – dijo corriendo a la comisaria. Allí reunió a los policías y soltó al cuy quien salió corriendo.
Todos en la ciudad vieron a los policías corriendo detrás de un perro que corría detrás de un cuy y todos vieron como entraron a una casa desde donde se escucharon ladridos, gritos y chillidos de ¡cuy! ¡cuy!.

Cuando el alboroto se calmó, la policía tenía al ladrón y Raymi llevaba un cuy en el lomo y un collar en la boca, el cual entregó a su dueña. Colla estaba tan feliz de haber recuperado su collar que le dio una montaña de alfalfa al cuy y desde ese día, los dos se convirtieron en muy buenos amigos.

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